Tu. Si, tu. Pata. Un lunes. Casi ocho y media. Tu, Fernando. Muchas sillas rojas. Rodrigo y él. Un tacho. Una envoltura y una voz infrecuente atrás de uno. Te paras y, con Fernando, te acercas. Preguntas y si, estamos en el mismo salón. ¿Qué? - te asombras al saber que es la misma carrera la elegida entre los cuatro. Nos reímos sobre matemática. Nos reímos y se sientan después de un comentario sarcástico acerca de una invitación. Tu hermano te va a llevar a la casa. Te despides y te vas.
Caballito de mar. Hasta el mismo Juan Diablo es mencionado en un lugar donde no tiene nada que ver. Las cosas empeoran y así. Un chupete de Mickey Mouse. Pasto en tu cara. Yo casi encima de ti. Tus golpes. Tus patadas. Gritos y más gritos.
Fueron dos en la inmadurez. Te gano. Te gano. Me rió de eso. Me rió de mi. ¿Quién será el próximo? - no creo te preguntes. Tú eres más. No te pueden definir por un hombre, así como no te pueden callar.
Los micros pasan. Los abarrotes hablan entre si. Te levanto a las cinco de la madrugada. ¿Que hacías llamándome a esa hora? Un celular en mi espalda helada.
La pata. No sufras se feliz - gracias.
Y el pato. El ganso. El gato. De una vez todo el zoológico. Que van cantando alegremente. Y tu Pata. Si, si Pata.
Vives lejos. Lejos vives. Y, vives dentro de mí.
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