A llegado de estudiar para comer plátanos de la isla con yogurt de durazno. Ha llegado después de acompañarla a subirse a Sol y Mar.
Su periplo de regreso empezó en la que va hasta Mayorazgo. Soda Estereo en la radio y un niño, de no más de siete años, vendiendo turrones bañados en chocolate. Es otra época, la inexistencia del asiento reservado. Lentes, mochilas y mujeres gordas con casacas que abultan su ya desprestigiada figura. No hay nadie. No hay nada.
La densa nubita que dificulta la imaginación. Abre la puerta de su casa, esa que llama hogar, y empieza a recordar la primera vez. La primera vez que lo hizo. La primera vez que tuvo sexo. La primera vez.
Ahora se pone a llorar. No le creo. Son lágrimas que no demuestran nada.
Hace cinco años. En la casa de sus padres, aquellos que siempre lo han dejado solo en casa. Stephany, la chica que enamoro a todo un salón pero que fue de él nada más. Al menos eso parecía. Como era normal, solo en su casa, ella iba no paraban de besarse hasta que, por fin, llegaron a algo. Era una nueva experiencia para el. Ella mayor, sabía lo que hacía. Era un juego, solo un juego que al final terminó rompiéndole el corazón. Una sensación rara, extraña, de muerte, de sentirse usado, el, que había confiado en ella, ahora se veía solo y sufría por la impotencia de no poder hacerla volver, de no poder retroceder el tiempo y no hacerlo.
[continua]
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1 comentario:
oe
me gusta tu blog juandiego
:)
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