De segunda clase (I)

¿Cómo relatar la historia de un solo momento? ¿Cómo relatar la historia de un solo respiro del mundo? Espero botes perjuicios y demás, y si estas leyendo esto.

No me gustó lo que me dijo, María. Prefiero cocinar. Prefiero escuchar la música que más detesto. Pero no escuchar sus palabras de muerte. Todo ya pasó pero, después de tanto pensar he decidido no continuar a su lado como intente todo este tiempo. No seguir a su lado como la persona que trata de adueñarse de su vida y de su espacio. Solo, y como siempre, y como aún no logro soportar, mas si entender la razón de vivir así.

Y si, se dio la revolución y yo que no podía salir.

Ahora que pienso en la historia de mi nombre, no se porque no me llame como mi vecino. Como aquel personaje que tanto añoro de la infancia. Como aquel, conocido, actor de cine que tanto atrae a las mujeres, tanto mayores como de mi edad. Y si me hubiera llamado como mi papá, de esta forma tendría como demostrar que, aunque sea, tengo algo de el.
Después de estar hablando con Alejandra, mejor dicho, filosofando sobre la vida, llego a la conclusión de que no se que hago viviendo en este lugar y, si lo hago y solamente si lo hago, es porque mejor opción, no creo que encuentre, porque no me tendría que llamar Juan y ser descendiente de un sicaino, por más ejemplar que sea, por más importante y buena persona que sea mi antepasado.

Hasta ahora, en épocas en las que no sobra el dinero ni para dar limosnas, las doy. Lo más probable es que no hagan, si es que me vuelvo algún día un, por decirlo de manera tosca pero directa, indigente o, si es que no tengo suerte, algo peor.

¿Y por qué no le hablé? Hubiera sido una buena conquista. Por lo general, nuestro affair, agarre, calentado, es más bonito, bonita, dependiendo del caso, que la pareja oficial.

El cañón que me da luz para caminar. El ruido de un motorizado policía y tres carros, más. Es negra, un casco blanco, más carros, una señora revisando su celular y la casa del niño llorón sin el niño que llora. Los faros del colectivo ciegan mi sendero. Las sombras de las ramas de aquél árbol, el que está encima de mi espalda, que no me llega a absorber, no paran de asediarme. Por fin, una luz. De casa. Y por poco que un recuerdo de la secundaria.

La oscuridad de los árboles y el resplandor del cerro. La penumbra ha pasado. LO7689 me toca la bocina. Casi me atropella. ¿A quién? – A Mariano – ¡No seas mala!

Sin arrepentimientos tratar de empezar a mencionar a…


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